MADRID, 26 Abr. (OTR/PRESS) -
Seis leyes orgánicas estatales y
17 sistemas autonómicos no han conseguido en los últimos 25 años mejorar la
Educación en España, pese a pretenderlo teóricamente. La falta de recursos
materiales ha estado, no es preciso decirlo, en el origen de ese fracaso, así
como la del talento en los caletres de quienes desde sus responsabilidades
políticas lo han bruñido, pero ¿qué no ocurrirá de aquí en adelante, con muchos
menos recursos todavía y el talento gubernamental justito para seguir
escatimándolos? O dicho de otra manera: si cuando había perras y se destinaban
unas cuantas a la instrucción pública, ésta era mala con avaricia, ¿cómo será a
partir de las brutales mermas que anuncia el gobierno? Lo que no se entiende es
que alguien acepte la cartera de Educación, y lo primero que haga sea, en vez
de defenderla a muerte, miserabilizarla a conciencia.
La Educación en España, que
tradicionalmente nos ha situado, por deficiente, en el furgón de cola de las
naciones civilizadas, necesitaba una reforma, pero también más dinero. De tanto
usar el gobierno del PP la palabra "reforma", acabará habiendo alguien
que se crea que reformar algo es cargárselo, pero lo cierto es que para
reformar cualquier cosa, como bien saben aquellos que se meten en el dantesco
aquelarre de arreglar el baño o la cocina, se necesita una pasta. Obviamente,
el plan de Wert no reforma nada, sino que sustrae recursos, hacina a los
escolares, machaca a los docentes, ahonda en la desidia institucional,
establece el copago o repago con el aumento de las tasas universitarias, y
contribuye poderosamente a establecer esa sociedad de ricos y pobres, de amos y
esclavos, de masas ígnaras y élites pijas a la que al parecer aspira el Partido
popular.
Lo razonable sería, para sacar a
España y a los españoles del actual marasmo, potenciar la Educación, la
Instrucción Pública, que es y será siempre un valor personal y nacional seguro,
y desde luego más necesario para la prosperidad y el bienestar de la gente que
el turismo o la especulación. Las luces alumbrarían el camino que hoy se
presenta espantable y lóbrego, pero éstos que han llegado me parece que quieren
la linterna para ellos solos."
Rafael Torres
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